jueves, 13 de junio de 2013

Historia del puzzle

Habían puesto a Rembrandt en un autorretrato más bien grasoso y con ausencia de los colores. Lo mostraba sospechoso, con un pulgar sucio, y con una camiseta sostenida, rota, ni limpia ni sucia tampoco. La otra mano tenia una herida y indicaba a la cabeza como si estuviera pensando en el señor que compraba fruta y que pagaba por adelantado. El rostro de disgusto por la vida y de los ojos una mirada perdida. Pero tenía una dura alegría que demostraba su ignorancia y de sus ojos dos lágrimas brillantes como gotas de rocío caían.

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